domingo, 15 de mayo de 2011

" LA RUEDA DE LA FORTUNA"

LA RUEDA DE LA FORTUNA
De: Alberto Trejo Juárez
Desde acá arriba se alcanzan a distinguir con la luna llena, los cerros que dan para ese pueblo que se denomina San Antonio. Que queda horita para el lado de la mano zurda, y para el lado de mi mano derecha el pueblo de Prieto, en el que hace más de un año fuimos a celebrar la fiesta de su santo patrón. Yo estoy muy a gusto horita, encaramado aquí, porque aunque dicen que a este pueblo, al que hora vine por primera vez, si creo que si, bajan muchos revoltosos que andan ya todos atolondrados por el pulquito que hacen por acá cerca, quezque dicen que matan al que se les pone enfrente. A nosotros nos respetan casi como la señor cura, que según dicen viene cada ocho días a dar la santa misa, y a nosotros porque les traemos diversión ; porque aunque ustedes no lo crean en este pueblo no hay nada.
Acá, atrás de mí, si volteo la cabeza estoy seguro que está la estación del ferrocarril, donde me contó la viejita “Catita”, la pulquera, que viene cada ocho días del pueblo de aquí abajito, de San Antonio; quezque en el andén del ferrocarril seguido matan a gente que está esperando el tren para huir de sus asesinos, quienes los esperan a la hora en que pasa el tren. Que solo pasa uno para arriba en la mañana y otro para el sur, o sea para abajo en la tarde ya pegada la noche. Todas estas costumbres me las refirió la viejita del pulque.
El frío es rete fuerte, y acá arriba me pega bien duro, pero yo me siento a mis anchas, porque estoy solo y naiden me distrae de mis pensamientos, con el aire que pega aquí me mece la canastilla rete bien bonito, eso me gusta, porque me recuerda cuando nos subíamos allá en mi pueblo a los capulines para bajar su frutita, y se mecían las ramas para todos lados, como un remolino de agua… Ese grupito de estrellas no lo había visto… Aquellas, si, son las cabrillas, bueno, eso es lo que platicaban mis papás … Las tres Marías,  esa que está acá casi atrás de mí es… bueno, creo que es el lucero güevón. Este que está encima de mi cabeza es… el aradito ¡ Qué bonito se ve desde aquí!
Precisamente aquí me había subido para echarle cabeza al pensamiento de cómo lograr a la “ Güeyana” que así le decíamos todos los de los juegos de la feria a la Aureliana, que así se llama y que es la ahijada de mi tía Merenciana, mujer de mi tío Crisóforo; bueno, ella no es mi tía pero yo la respeto porque vivo con ellos dende que vine a trabajar a los juegos de la feria. Ellos tienen los puestos del tiro la blanco con rifles de municiones, yo les ayudo; o sea que soy el chalán de mi tío Crisóforo. Bueno, pues, la “ Güeyana” vivía también con mis tíos en el mismo puesto, porque su mamá se las había encargado, hermana de mi tía “Mere”. Pues ahí tienen que como en el día no se hace nada, me fui rumbo allá abajo del pueblo, por donde cruza la vía del ferrocarril, hay un río muy chiquito, pero que es el único que tiene hierba que lo adorna, porque acá los cerros están rete pelones, solo algunos tienen nopales, pocos nopalillos, otros también tienen órgano, de ese que dicen que es bueno para los que no les funcionan los azucares en su sangre, yo no se; esto lo he oído.
Ese día me fui con la mira de echarme un bañito en el río; de pronto me paré para oír bien , se oía como plática de chivos cuando están en brama allá en el corral de mi pueblo. Me quedé nomás pajariando entre las jaras, poco a poco me fui acercando a donde partía ese platicar, ya les decía como de chivos, y  ¿cuál va siendo mi impresión? Cuando entre las jaras vi que “ Güeyana”, yo no sabía, pero había ido también a lavar la ropa que le había mandado mi tía  “Mere” Estaba allí tirada en el pasto, toda su ropa que llevaba puesta y la que iba a lavar, también estaba tirada, como si nada más la estuviera viendo el sol. Tenía encima al Pascacio; después me di cuenta que era él. Era el dueño de la rueda de la fortuna y novio de “ la Güeyana”, todos lo sabíamos. Ella estaba respingando y riendo mucho, como queriendo quitárselo de encima, de pronto ya no pasó nada ni se oyó nada, y después los dos se quedaron tendidos en el pasto, como ropa para secarse, hasta que el comenzó a luchar con ella . Cuando se volvieron a quedar silenciosos, yo me di cuenta que ella era más blanca de lo que parecía, o tal vez que todas sus partes donde el sol no se atrevía a besarle, era más blanca, lo demás era rete prieta, a mí me gustó más . No hice ningún ruido, ya ni me bañé, ya estaba bañado del sudor que me había dado con todo lo que había presenciado, luego me regresé; pero desde allí ya no se me salió del pensamiento la “Güeyana” a dondequiera que iba la llevaba, sobretodo esa piel tan clara que yo había visto.
Ya muy entrada la tarde cuando el sol ya estaba cayendo, aquí en el pueblo se empieza a sentir el frío más fuerte; y el aire también, fue llegando la  “Güeyana”  con su tambache de ropa, alguna ya estaba sequecita por el calor que le había dado. Al verla, todo le cuerpo se me puso graniento, como carne de gallina ya muerta del calosfrío que me dio, no se si era también por el frío. Busqué la manera de platicar solo con ella, y así pasó. Cuando empezamos a despachar los rifles a los paseantes que vienen a la feria; como al principio son muy pocos, ya hasta muy entrada la noche se dejan bajar de los pueblos, le dije:
___ Oye “ Güeyana” ¿ porqué te tardaste tanto allá en el río?___ Y enseguida, ella de momento no supo que decir; pero luego como que cayó en la cuenta de lo que yo quería decirle. Y me dijo:
___ Pues fui a lavar ¿ no viste?
___ Si, si vi, pero también vi algo más…
___ Oiga, oiga ¿ cuánto vale la carga de rifle?
___ Pues, cinco pesos.
___ Deme uno___ Se lo serví de mala gana para que se fuera el muchacho aquél.
___ Si, te decía “ Güeyana” que vi algo más que lavar.
___ ¿ Qué viste?
___ Oh, pues tu ya sabes ¿ para qué te haces?
___ Si, pero ¿ qué viste? Dime.
___ No me hagas que te diga lo de Pascacio, y todo lo demás.
___ Bueno ¿ y qué? Además somos novios y nos vamos a casar.
___ Si, pero si se los digo a mis tíos, pues yo creo que ya ni te casas, porque todos dicen que estas bien escuincla, además no te olvides que viniste a trabajar para ayudar a tus papaces.
___ Bueno… ¿ y qué quieres que haga?
___ Deme un rifle, joven.
___ ¿Qué vale la carga? ___ Preguntó otro.
___ Cinco pesos.
       Después que se fueron los clientes del tiro al blanco, ella, fue la que siguió hora la plática.
___ Te digo ¿ qué quieres que haga?
___ Cómo qué, pues ya sabes.
___ No, no se.
___ Pues… pues… quiero hacer lo mismo que el Pascacio___ Me vio como enojada, pero yo sabía que no, y me dijo.
___ ¡ Vete al diablo! ¿ cómo quieres que también lo haga contigo? ¿Pues quién crees que soy?
___ Nadie, una mujercita muy linda, que desde hoy, yo se que no voy a poder sacar de aquí adentro de mi cabeza y de mi cuerpo todo, pues ni se diga  ¿entonces qué?
___ No, ni insistas.
___ Güeno entonces tu ya sabes a lo que le vas tirando___ No dijo nada, se quedó sin decir ya nada.
___ Si quieres piénsalo de aquí a la hora que bajamos la lona para cerrar el puesto.
___ Bueno, está bien.
Ya no hablamos nada del asunto, y seguimos vendiendo cargas de rifles como si nada, a los dos no nos convenía que se dieran cuenta. Cuando terminamos el jornal del día , se acercó cuando yo estaba limpiando los rifles, para ayudarme  como siempre.
___ Oye Galdino, ya lo pensé muy bien.
A mi me saltó el corazón de donde estaba, y me le quedé mirando muy fijo; como el condenado de las películas que pasa en su puesto de cine don Porfirio, cuando el condenado apenas va a oír al juez, y dijo muy pacienzuda.
___ Mira. Vamos a hacer un trato, si tu logras hacer lo que quieres sin que yo me de cuenta , entonces, ya ni digo nada; pero, si no lo logras, entonces como buen hombre tienes que darme tu palabra que me dejas en paz.
___ ¡ Está bueno! Pero me la pones bien difícil ¿ cómo voy a poder?...
___ Yo no sé, esa es la condición.
___ Está bien.
Ese día descubrí lo bonito que es subirse aquí a la rueda de la fortuna. Que es de Pascacio, y que es más viejo unos diez años que yo, o más. Pero que ni se da cuenta que me le subo a su rueda, además no le hago nada.
Ese día me subí por los rayos de la rueda hasta treparme en la canastilla de mero arriba. Y empecé a ver a lo lejos. A platicarle a las cabrillas, al aradito, al lucero güevón, también a la vía láctea, que dicen que así se llama esa como faja de polvo brillante, que atraviesa arriba del cielo, de un lado donde se junta el cielo con la tierra, pasando por encima de nuestras cabezas hasta el otro lado contrario, y desaparece de vuelta donde se junta el cielo con l atierra nuevamente.
Pensaba yo: güeno, y si le doy un garrotazo para que no se de cuenta, no…pues así ni ella ni yo. No así no.
Güeno,… ¿y que tal si la embriago? No… pero ella no toma, me desanimé  ¿cómo? Además ¿ como la voy a agarrar sin que se de cuenta?... ¿ dormida? Pero… ¿ cómo? Además mis tíos se darían cuenta, porque duermen en la misma carpa que nosotros. Solo que ella de un lado. Yo en el lado de enfrente y en el mero centro mis tíos tienden su cama en el piso. Ellos eran, hasta en la noche como el peón  que cuida el rebaño y los sembradíos, que no se lo coman. Tío Crisóforo y mi tía Merenciana ya me habían advertido: que no me le fuera a acercar a la “Güeyana” con intenciones de hombre. Porque me las vería con ellos.
Güeno, haciendo una suposición: Que yo logro llegar hasta donde duerme la “Güeyana”, así me dije; yo, ya no veía ni las estrellas ni los cerros, yo veía mi propia película adentro de mí. Que era más interesante, aunque todavía tenía los ojos abiertos. Me dije: Yo llego a la cama de la “Güeyana”  Y ¿ hora? La descobijo, eso si lo puedo hacer, pero hora la combinación… ¿Qué hago?     ¿qué hago?…¿ Cómo le hago?.. En ese momento un lucero de los que se caían del cielo se resbaló, me sacó de mis cavilaciones, y dije: “ ¡Cortó el cielo!”  ¡Cortó! Grité, casi me caía de la canastilla y con el gritote que eché, que si hubiera estado encaramado en alguna canastilla de abajo, pues despierto a todos, era algo así como cuando mis papaces al ver un lucero que se resbalaba pedían un deseo; y a mí mi deseo se me cumple ¡ Estaba seguro!. Me bajé bien contento. Cuando ponía los pies en el piso firme cantaron los gallos. Todavía me metí en  mi cama, que ya había tendido la noche anterior. No pude dormir, solo cuando amaneció estaba el friecito que calaba los huesos, pero yo tenía fuego de ánimo adentro. Lo primero que vi al salir fue a Pascacio que desayunaba con doña Columba, que era la que hacía comida para los que no  tenían mujer ni quién les guisara. Fui hasta allá del otro lado de la feria, atravesé por entre los caballitos, por el chicote, por los puestos de lo aritos, por el látigo, y por el puesto de los quequis, que así les llamábamos, que no eran más que tortillas de harina, que ya cocidas le ponía don Luis cajeta encima.
___ Pascacio, buenos días.
___ ¿ Qué te despertó el gallo?
___ No, hombre, me despertó la gallina.
___ ¿ Cual gallina, Galdino?
___ Pues, una que tiene mi tía para el día de mi santo.
___ ¿ Qué queres?___ Me dijo queres, burlándose de mí.
___ Quiero… Quiero, bueno, quiero pedirle un favor: Que me preste sus tijeras que tiene ¡ Esas con las que corta el hulito a los cables de la luz! Se las entriego mañana.
___ ¿ Para qué las quieres?
___ Para parchar los rifles con hule de adornar las bicicletas y tela adhesiva.
___ Horita te las doy, déjame terminar de desayunar, tu ¿ Ya te desayunaste? ¿ No quieres un café con pan?
___ Güeno, me lo tomo, nomás porque usted me lo invita.
___ Buenos días Galdino, hoy ni saludaste___ Dándome el café y el pan, me reprochó doña Columba.
       Ese día trabajé muy a gusto esperando a que el sol se ocultara; y luego, como la luz del sol la luz de la planta de los caballitos, el chicote, la de la rueda de la fortuna, de la ola, que eran los que nos daban luz a quienes no teníamos en nuestros puestos, y apagando ellos, pues quedábamos a oscuras o con alguna lámpara que encendiéramos o con una vela, para la hora de acurrucarnos en nuestros nidos. Todo estaba silencio, y cuando calculé el tiempo que todos estaban como tumbas, sin moverse; solo los ronquidos de mi tío se oían. Me fui acercando a dónde “ Güeyana” ponía su cama sobre unas duelas, y unas cajas de madera, ella quedaba como a un medio metro sobre el piso, llegar hasta allí fue fácil, en puntitas de los pies. Levanté muy despacio las cobijas que tapaban a la “Güeyana”. Me acomodé casi a la altura de su cadera para tocar bien por dónde iba, no podía encender la luz; a la vez le echaba de cuando en cuando el aliento de la boca, para que sintiera calientito y no sintiera el frío en su pierna, y se fuera a despertar.
Yo temblaba no se si de frío o del miedo, o de emoción. Toqué la punta de su combinación , luego las tijeras que saqué de la bolsa de mi pantalón  “cortaron” ya después que les eché el calientito de mi boca, para que estuvieran también calientitas, si, cortaron lentamente, pero seguro la tela suavecita de aquella ropa de hembra; seguí cortando. Cuando empezaba a cortar la prenda de más adentro, como que se movió la “Güeyana”; yo me  quedé quieto, le eché de nuevo el aliento calientito en su cadera y pierna, para que no sintiera frío. Seguí , y seguí corta y corta hasta que al fin ¡ Al fin! Yo empecé a sentir el hueso de su cadera como que se soldaba con el mío, ese hueso que tenemos hombre y mujer en forma de concha de tortuga. Yo era en ese momento el hombre más feliz de la feria. Ella despertó, se dio cuenta de todo, como si ya lo esperara, solo se sonrió, bueno, eso creo yo, porque la oí que me dijo:
___ Tu no te das por vencido ¿ verdad?
___ Ese era el trato ¿ no?___ Le dije, solo dejó escapar de su boca un quejido. Boca a la que me pegué como quién se pega a un chorrito de agua en plena calor. Yo quería todo, ya estaba ahí.
Como cuando la canastilla de la rueda de la fortuna se mecía, cuando la movía  el viento todas las veces que me subía; así nuestra canastilla se empezó a mecer.
___ Oye vieja, creo que se metió un perro___ Dijo mi tío medio dormido.
___ ¿ Qué?... ¿ Qué, viejo? ___ Le contestó mi tía.
___ Creo que se metió un perro.
Se levantó mi tío con una lámpara sorda y buscó en todos lados; primero, para estar seguro fue a mi cama; y no encontró nada, yo había dejado unas mantas en forma mía. Luego fue a la cama de “Güeyana”. Nosotros estábamos bien quietecitos, y “ Güeyana” estaba haciendo que roncaba.
___ No, no hay nada, vieja, yo creo que fue un sueño.
___ Ya acuéstate deja de andar moliendo.
Luego sentí cuando seguimos, como si mi espinazo se saliera del pellejo, y yo creo que ella sentía lo mismo, porque se quedó como yo ¡ bien desmayada!
Se nos habían terminado las fuerzas de las veces que nos tomó esa noche “ el viento del amor”
Otro día tempranito fui a agradecer que “ Pasca” me ahiga prestado sus tijeras.
Desde ése día  siempre nos vemos “ Güeyana” y yo; ya sea en el río, ya en el puesto en la madrugada, pero siempre nos vemos. Desde ese día ya no ve a Pascacio. Me ha dicho que le dijo: Que le han venido los remordimientos, que se olvide de ella, que él es muy grande para ella.
Ella estos últimos meses se ha puesto bien gordita, se ve ¡ rete bonita! Me sigue gustando mucho, pero “ tengo un pendiente” por eso me trepé hoy a la rueda de la fortuna. Pues tengo un pendiente y no se qué hacer. Ella está gordita ¿ por mí o por Pascacio?. A ver si veo un lucero “resbaladizo” que me quiera aconsejar.

___ FIN___
                       

1 comentario:

  1. NOTA DEL AUTOR: para que pueda leerlo mas nitidamente puede: sombrear los primeros textos ubicando y arrastrando el cursor tal vez seis o siete renglones y se tornará el texto en un color azul cielo.
    Mil gracias:alberto trejo juárez

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