martes, 14 de junio de 2011

"AHUAZOTEPÉC" (Cuentos de provincia)

AHUAZOTEPÉC
De: Alberto Trejo Juárez



En las épocas de lluvia, si, estaba todo muy verde, pero no en las épocas de tolvaneras. Ya cuando ha pasado uno y otro cerro desgastado por los años, se le viene  a uno el otro cerro que ya se había devisado dende hacía rato, y después se le viene  a uno el otro y así hasta llegar a la laguna ¿Cómo no lo he de saber si aquí esta mi ombligo enterrado en estas tierras? Aquí he vivido dende niña, hasta hoy ya vieja. Por eso le digo a usted que yo conozco aquí como la palma de mi mano. Ése día yo los devisé, por ahí mero en el centro del trigal, ya casi para bajar a la orilla de la laguna. Yo estaba, como puede ver todavía muy lejos como para darle santo razón y seña, pero si alcancé a ver como él, el muchacho aquél agarraba a la mujer del pescuezo, yo pensé que para besarla, y ella se le huía. Echaba a correr para abajo como para meterse en la laguna. Hora si me va a perdonar usted, pero yo pensé: Esta quiere que le hagan sus cosas ahí dentro del agua. Ya no quise ver mas cuando él la siguió a la carrera. Arrié mis borregos para allá del otro lado. Allá mire, para abajo por allá donde se miran los primeros palos de la empalizada de ocotes y pinos. Todo eso estaba con rastrojo del trigal que ya habían cosechado. Mire ¡Qué bonito se ve la empalizada desde aquí! ¡Déjeme tirárle un terronazo a ésa borrega que se me quiere descarriar!... ¡ Borrega jija de la guayaba! con perdón de usted. ¡Adónde vas hija de... María Morales!... Si no les grita uno así se le salen a uno del guacal...
Al otro día me fui a la compra al centro del pueblo ¿ Ya fue al centro del pueblo?... Ya ha de haber visto sus casotas tan altas de puro adobe, con sus techos allá muy arriba de teja y enfrente el jardín, también cercado de barda de adobe, con sus cuatro entradas y con su cresta de petatillo, para que no se lo lleven las lluvias, así ha estado dende que yo fui joven, qué digo joven, niña, nada ha cambiado. Todo alrededor  del jardín está la calle polvorienta o lodienta, a según sea el tiempo. Ése día fui y merqué con doña Mariquita, un poquito de jitomates y chile serrano para hacer los últimos quelites de la temporada que había yo arrejuntado el día anterior, precisamente allá a la orilla de la empalizada, los hice con un pollo que me dio mucho trabajo para agarrarlo y después para retorcerle el pescuezo. Toda la familia comió muy a gusto su pollo en jitomate y unos frijolitos que les hice de la olla. Precisamente los quelites los había yo juntado, como le digo, mientras pastaban mis borregos, por allí por la empalizada que usted ve. Todos se chuparon los dedos de tan sabroso que quedaron los "quintoniles", mis hijas sus maridos y los niños. Como puede ver: En el pueblo estamos rodeados de pobreza y de hijos, eso no falta nunca.
Volviendo al centro del pueblo ¿Ya vió por donde pasa la vía del tren?... Pues allí vamos a esperar al tren para ir de aquí, de Aguazotepéc a Puebla para un lado y para el otro, creo que va para Tulanzingo, no sé muy bien a bien, pero es la única forma que tenemos para salir de aquí. Y eso, si tiene dinero, porque el fregado como nosotros, pues nunca.
Ahí en el centro está la escuelita hasta el tercer año de primaria; también sus salones están construidos de adobe y techos de teja, y también para variar, de paredes muy altas, me acuerdo que de niña, fui hasta el segundo año, cómo se me enfriaban las patas de tanto frío en diciembre y enero, y era de que andábamos  a pie descalzo casi todos los niños, como hoy, aquí no pasa nada, ¡nada cambia! Cambia para los que se van para el norte, a "Estados unidos" algunos regresan ya que son muy grandes o viejos. Ya ni los reconoce uno, ahí le andan uno hablando de usted. Cae uno en la cuenta cuando van a visitar sus paredones que alguna vez fueron sus casas de niños. Y cuando le preguntan a uno ¿Qué razón me da de...? Ya dende que le dicen a uno el nombre del finado o finada que buscan, ya cae uno  en la cuenta de quién es el fuereño que le está a uno preguntando con tanta razón de la gente de aquí. No hace mucho vino una familia, que siempre estuvieron hablando, que en inglés, yo no sé que lengua es ésa; pero eso si hablaban el español muy mocho revuelto con las palabras del ése inglés... “¿Qué razón me da de doña Natividad?” “ No, pues ésa señora murió ya hace mucho, me acuerdo que yo era niña cuando ella murió. Oye no me digas que tú eres... si hora que te veo de cerca, eres el Agripino ¿ verdad?” “Si, ése mero soy, y usted quién es?”  “ No seas pazguato, yo soy la Tencha, y no me hables de usted: me acuerdo que se te hacían muchos "shishotes" en la cabeza” “ Cállate, ni me lo recuerdes. ¿Así que tú eres la Tencha?” “ Esa mera soy yo” “ Mira te voy a presentar a mi familia: Ella es mi esposa Mari, mi hijo Ricardo, su esposa Guadalupe, sus hijos Elvis, Gladis, y la chiquita Yulia” Y todos se deshacían levantando la mano derecha abierta, porque no dan la mano como nosotros cuando nos presentan, y me dijeron: “ jay, hola ¿cómo estas?”igualados... como si me hubieran ellos quitado el pañal, me sonrieron. Y después se fueron así como llegaron, no me dejaron nada, y eso que dicen que allá les va muy bien, pero no me dieron nada. Eso si, se subieron en su camionetota para viajar toda la familia y se fueron levantando nubes de polvo. Ellos nunca van a volver, como si lo estuviera viendo, así es por acá. Porque fue por estas fechas que vinieron, ya nunca mas han vuelto. Solo me quedó la satisfacción que alguien se acuerda de mí...
Otro borreguero la encontró muerta como a los tres días después de lo que le platico, y va resultando que era la mamá de Rutila, que también terminó mal, ya se lo platicaré. Doña Terencia era la yerbera del pueblo, con ella, ay corríamos para que nos diera un remedio para algún dolor, que no se nos podía quitar con los remedios de la casa. Hora ya no hay nadie que nos dé un remedio dende que ella murió. Yo me las cavilé que había sido el hombre aquél que vi el otro día, dende entonces tengo remordimientos, porque yo lo vi todo, aunque nunca reconocí al fulano aquél. Que pensaba yo que eran muchachos haciendo sus cosas. Y va resultando que era la viejita, mamá de Rutila. Ella sabía una de cosas del pueblo, que yo ni mi imaginaba. Figúrese que ella me dijo un día. Ya ve que el río, bueno, casi río porque aquí pasa muy chiquito, baja por allá atrás lomita lejos de la laguna, allí hay dende siempre un  ojo de agua a orillas del riachuelo. Hasta allí bajamos por el agua, en cántaros y botes a lomo de burro, y la gente que no cuenta con un burro con su aguantador al hombro. Me dijo: "Doña Brígida__ Esto fue ya hace muchos, pero muchos años, ella ya era una mujer madura y yo ya había dejado de noviar con mi viejo, ya tenía a mis dos primeros hijos, bueno pues, me dijo__ Cuando yo era joven un día devisé a una víbora de cascabel que dejaba a orillas del agua su veneno para metérse a tragar agua, mientras ella estaba en el agua, nosotros, los muchachos y yo nos acercamos y le tronamos con una vara de jara la bolsa del veneno, y nos subimos a un árbol a seguirla espiando, cual va siendo nuestra sorpresa que cuando sale del agua y no encuentra su bolsa del veneno, se azotaba contra la pared de piedras que tiene el río, se volvía a levantar como para atacar y se azotaba, hasta que murió de tanto azote que se dio” Yo no se lo creí pero hasta hoy estoy impresionada con sus cuentos que nos platicaba. Y volviendo a lo que le platicaba yo a usted:
Yo creo que el calvario para ella empezó cuando él fue a visitarla, el que resultó ser después el amor de su hija Rutila. Ella Fue una muchacha espigadita, muy bonita, la más bonita del pueblo. El muchacho fue con ella, con la mamá, porque se había dado cuenta que los pies se le hinchaban como si le hubieran picado las avispas. Él le llevaba un guajolote en pago por los remedios que le dio. Al final él se quedó sin su guajolote y con las patas hinchadas, porque el té que le dio no le sirvió de nada, nada más para maldita la cosa, decía él. Porque regresó como al mes diciéndole que hora no podía orinar bien, que tenía que pujar para que saliera la orina. “ No, pues tu estas tapeteado”__ le dijo ella__ “ Tienes que irte a orinar dentro de las aguas de la laguna, en la mañana y en las noches. Vas, te metes en ella y así podrás aliviar el riñón”. Yo hasta donde sé, eso solo les da a los muy viejitos. Ay miraba uno al muchacho por las mañanas corriendo rumbo a la laguna, se metía todas las mañanas, que fue cuando yo lo llegué a devisar. Al principio salía con los pantalones todos empapados, porque no se los quitaba de la prisa que llevaba. Ya con el tiempo si, se las ingenió y se los iba quitando antes de metérse al agua, se nos hacía que era el cuento de nunca acabar, por años lo vimos corriendo rumbo a la laguna. Solo así podía.
La gente del pueblo platicaba que un día los descubrió la mamá, en sus amoríos, esto fue antes de que él se enfermara del tapeteado ése. Al ver que no se curaba, corrió el rumor en el pueblo, que la culpaba a ella de sus males “ Vieja cabresta, ella me embrujó cuando supo lo de su hija” Aún así ella le dio sus remedios, con todo y la mohína que le había echo pasar. Por eso es que creo que él fue su matador de la mamá. A la señora Terencia (mi tocaya) todos la querían por lo buena que era con la gente, a nadie le negaba el remedio para su mal.
Dende entonces Rutila siempre estuvo cabizbaja, todos aquí en el pueblo pensábamos que se moría también. Con el tiempo el mal del muchacho no se quitaba y un buen día los alcancé a ver en medio de la laguna, estaban muy abrazados y alcancé a devisar que él le quitaba el rebozo a ella, ya estaban bien mojados. Antes de eso vi que él la hundía en el agua “ Están jugando a los enamorados” me dije para mis adentros, ella salía y pegaba chicas bocaradas de aire y él la volvía a hundir, hasta que se cansó. Ya cuando devisé que le liaba el rebozo detrás de la espalda de ella, después se la arrejuntó a su cuerpo y después el mismo se lió lo que sobraba del rebozo detrás de él y le echo un par de nudos ciegos, así quedaron muy juntitos, aunque ella peleaba para que la soltara, daba la impresión que ya no quería aquél juego, y luego que se le echa encima de ella hundiéndola y él también se hundió con ella. Al ver que no salían, que me agarro las enaguas y a correr rumbo al juez, para avisarle de lo que había yo devisado cuando estaba en el pastoreo de mis borregos. El juez vino con unos voluntarios a clavarse en las aguas de la laguna buscando a los muchachos aquellos, pero no hallaron nada, dieron por terminada la búsqueda de los cuerpos, se fueron todos cansados y desanimados. Hasta como a los tres días salieron flotando, allá por el lado más hondo de la laguna, estaban abrazaditos y amarrados con el rebozo, como con lazo de casorio, los dos muy juntitos como los veía uno en vida.


___ FIN___




















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