martes, 14 de junio de 2011

"AHUAZOTEPÉC" (Cuentos de provincia)

AHUAZOTEPÉC
De: Alberto Trejo Juárez



En las épocas de lluvia, si, estaba todo muy verde, pero no en las épocas de tolvaneras. Ya cuando ha pasado uno y otro cerro desgastado por los años, se le viene  a uno el otro cerro que ya se había devisado dende hacía rato, y después se le viene  a uno el otro y así hasta llegar a la laguna ¿Cómo no lo he de saber si aquí esta mi ombligo enterrado en estas tierras? Aquí he vivido dende niña, hasta hoy ya vieja. Por eso le digo a usted que yo conozco aquí como la palma de mi mano. Ése día yo los devisé, por ahí mero en el centro del trigal, ya casi para bajar a la orilla de la laguna. Yo estaba, como puede ver todavía muy lejos como para darle santo razón y seña, pero si alcancé a ver como él, el muchacho aquél agarraba a la mujer del pescuezo, yo pensé que para besarla, y ella se le huía. Echaba a correr para abajo como para meterse en la laguna. Hora si me va a perdonar usted, pero yo pensé: Esta quiere que le hagan sus cosas ahí dentro del agua. Ya no quise ver mas cuando él la siguió a la carrera. Arrié mis borregos para allá del otro lado. Allá mire, para abajo por allá donde se miran los primeros palos de la empalizada de ocotes y pinos. Todo eso estaba con rastrojo del trigal que ya habían cosechado. Mire ¡Qué bonito se ve la empalizada desde aquí! ¡Déjeme tirárle un terronazo a ésa borrega que se me quiere descarriar!... ¡ Borrega jija de la guayaba! con perdón de usted. ¡Adónde vas hija de... María Morales!... Si no les grita uno así se le salen a uno del guacal...
Al otro día me fui a la compra al centro del pueblo ¿ Ya fue al centro del pueblo?... Ya ha de haber visto sus casotas tan altas de puro adobe, con sus techos allá muy arriba de teja y enfrente el jardín, también cercado de barda de adobe, con sus cuatro entradas y con su cresta de petatillo, para que no se lo lleven las lluvias, así ha estado dende que yo fui joven, qué digo joven, niña, nada ha cambiado. Todo alrededor  del jardín está la calle polvorienta o lodienta, a según sea el tiempo. Ése día fui y merqué con doña Mariquita, un poquito de jitomates y chile serrano para hacer los últimos quelites de la temporada que había yo arrejuntado el día anterior, precisamente allá a la orilla de la empalizada, los hice con un pollo que me dio mucho trabajo para agarrarlo y después para retorcerle el pescuezo. Toda la familia comió muy a gusto su pollo en jitomate y unos frijolitos que les hice de la olla. Precisamente los quelites los había yo juntado, como le digo, mientras pastaban mis borregos, por allí por la empalizada que usted ve. Todos se chuparon los dedos de tan sabroso que quedaron los "quintoniles", mis hijas sus maridos y los niños. Como puede ver: En el pueblo estamos rodeados de pobreza y de hijos, eso no falta nunca.
Volviendo al centro del pueblo ¿Ya vió por donde pasa la vía del tren?... Pues allí vamos a esperar al tren para ir de aquí, de Aguazotepéc a Puebla para un lado y para el otro, creo que va para Tulanzingo, no sé muy bien a bien, pero es la única forma que tenemos para salir de aquí. Y eso, si tiene dinero, porque el fregado como nosotros, pues nunca.
Ahí en el centro está la escuelita hasta el tercer año de primaria; también sus salones están construidos de adobe y techos de teja, y también para variar, de paredes muy altas, me acuerdo que de niña, fui hasta el segundo año, cómo se me enfriaban las patas de tanto frío en diciembre y enero, y era de que andábamos  a pie descalzo casi todos los niños, como hoy, aquí no pasa nada, ¡nada cambia! Cambia para los que se van para el norte, a "Estados unidos" algunos regresan ya que son muy grandes o viejos. Ya ni los reconoce uno, ahí le andan uno hablando de usted. Cae uno en la cuenta cuando van a visitar sus paredones que alguna vez fueron sus casas de niños. Y cuando le preguntan a uno ¿Qué razón me da de...? Ya dende que le dicen a uno el nombre del finado o finada que buscan, ya cae uno  en la cuenta de quién es el fuereño que le está a uno preguntando con tanta razón de la gente de aquí. No hace mucho vino una familia, que siempre estuvieron hablando, que en inglés, yo no sé que lengua es ésa; pero eso si hablaban el español muy mocho revuelto con las palabras del ése inglés... “¿Qué razón me da de doña Natividad?” “ No, pues ésa señora murió ya hace mucho, me acuerdo que yo era niña cuando ella murió. Oye no me digas que tú eres... si hora que te veo de cerca, eres el Agripino ¿ verdad?” “Si, ése mero soy, y usted quién es?”  “ No seas pazguato, yo soy la Tencha, y no me hables de usted: me acuerdo que se te hacían muchos "shishotes" en la cabeza” “ Cállate, ni me lo recuerdes. ¿Así que tú eres la Tencha?” “ Esa mera soy yo” “ Mira te voy a presentar a mi familia: Ella es mi esposa Mari, mi hijo Ricardo, su esposa Guadalupe, sus hijos Elvis, Gladis, y la chiquita Yulia” Y todos se deshacían levantando la mano derecha abierta, porque no dan la mano como nosotros cuando nos presentan, y me dijeron: “ jay, hola ¿cómo estas?”igualados... como si me hubieran ellos quitado el pañal, me sonrieron. Y después se fueron así como llegaron, no me dejaron nada, y eso que dicen que allá les va muy bien, pero no me dieron nada. Eso si, se subieron en su camionetota para viajar toda la familia y se fueron levantando nubes de polvo. Ellos nunca van a volver, como si lo estuviera viendo, así es por acá. Porque fue por estas fechas que vinieron, ya nunca mas han vuelto. Solo me quedó la satisfacción que alguien se acuerda de mí...
Otro borreguero la encontró muerta como a los tres días después de lo que le platico, y va resultando que era la mamá de Rutila, que también terminó mal, ya se lo platicaré. Doña Terencia era la yerbera del pueblo, con ella, ay corríamos para que nos diera un remedio para algún dolor, que no se nos podía quitar con los remedios de la casa. Hora ya no hay nadie que nos dé un remedio dende que ella murió. Yo me las cavilé que había sido el hombre aquél que vi el otro día, dende entonces tengo remordimientos, porque yo lo vi todo, aunque nunca reconocí al fulano aquél. Que pensaba yo que eran muchachos haciendo sus cosas. Y va resultando que era la viejita, mamá de Rutila. Ella sabía una de cosas del pueblo, que yo ni mi imaginaba. Figúrese que ella me dijo un día. Ya ve que el río, bueno, casi río porque aquí pasa muy chiquito, baja por allá atrás lomita lejos de la laguna, allí hay dende siempre un  ojo de agua a orillas del riachuelo. Hasta allí bajamos por el agua, en cántaros y botes a lomo de burro, y la gente que no cuenta con un burro con su aguantador al hombro. Me dijo: "Doña Brígida__ Esto fue ya hace muchos, pero muchos años, ella ya era una mujer madura y yo ya había dejado de noviar con mi viejo, ya tenía a mis dos primeros hijos, bueno pues, me dijo__ Cuando yo era joven un día devisé a una víbora de cascabel que dejaba a orillas del agua su veneno para metérse a tragar agua, mientras ella estaba en el agua, nosotros, los muchachos y yo nos acercamos y le tronamos con una vara de jara la bolsa del veneno, y nos subimos a un árbol a seguirla espiando, cual va siendo nuestra sorpresa que cuando sale del agua y no encuentra su bolsa del veneno, se azotaba contra la pared de piedras que tiene el río, se volvía a levantar como para atacar y se azotaba, hasta que murió de tanto azote que se dio” Yo no se lo creí pero hasta hoy estoy impresionada con sus cuentos que nos platicaba. Y volviendo a lo que le platicaba yo a usted:
Yo creo que el calvario para ella empezó cuando él fue a visitarla, el que resultó ser después el amor de su hija Rutila. Ella Fue una muchacha espigadita, muy bonita, la más bonita del pueblo. El muchacho fue con ella, con la mamá, porque se había dado cuenta que los pies se le hinchaban como si le hubieran picado las avispas. Él le llevaba un guajolote en pago por los remedios que le dio. Al final él se quedó sin su guajolote y con las patas hinchadas, porque el té que le dio no le sirvió de nada, nada más para maldita la cosa, decía él. Porque regresó como al mes diciéndole que hora no podía orinar bien, que tenía que pujar para que saliera la orina. “ No, pues tu estas tapeteado”__ le dijo ella__ “ Tienes que irte a orinar dentro de las aguas de la laguna, en la mañana y en las noches. Vas, te metes en ella y así podrás aliviar el riñón”. Yo hasta donde sé, eso solo les da a los muy viejitos. Ay miraba uno al muchacho por las mañanas corriendo rumbo a la laguna, se metía todas las mañanas, que fue cuando yo lo llegué a devisar. Al principio salía con los pantalones todos empapados, porque no se los quitaba de la prisa que llevaba. Ya con el tiempo si, se las ingenió y se los iba quitando antes de metérse al agua, se nos hacía que era el cuento de nunca acabar, por años lo vimos corriendo rumbo a la laguna. Solo así podía.
La gente del pueblo platicaba que un día los descubrió la mamá, en sus amoríos, esto fue antes de que él se enfermara del tapeteado ése. Al ver que no se curaba, corrió el rumor en el pueblo, que la culpaba a ella de sus males “ Vieja cabresta, ella me embrujó cuando supo lo de su hija” Aún así ella le dio sus remedios, con todo y la mohína que le había echo pasar. Por eso es que creo que él fue su matador de la mamá. A la señora Terencia (mi tocaya) todos la querían por lo buena que era con la gente, a nadie le negaba el remedio para su mal.
Dende entonces Rutila siempre estuvo cabizbaja, todos aquí en el pueblo pensábamos que se moría también. Con el tiempo el mal del muchacho no se quitaba y un buen día los alcancé a ver en medio de la laguna, estaban muy abrazados y alcancé a devisar que él le quitaba el rebozo a ella, ya estaban bien mojados. Antes de eso vi que él la hundía en el agua “ Están jugando a los enamorados” me dije para mis adentros, ella salía y pegaba chicas bocaradas de aire y él la volvía a hundir, hasta que se cansó. Ya cuando devisé que le liaba el rebozo detrás de la espalda de ella, después se la arrejuntó a su cuerpo y después el mismo se lió lo que sobraba del rebozo detrás de él y le echo un par de nudos ciegos, así quedaron muy juntitos, aunque ella peleaba para que la soltara, daba la impresión que ya no quería aquél juego, y luego que se le echa encima de ella hundiéndola y él también se hundió con ella. Al ver que no salían, que me agarro las enaguas y a correr rumbo al juez, para avisarle de lo que había yo devisado cuando estaba en el pastoreo de mis borregos. El juez vino con unos voluntarios a clavarse en las aguas de la laguna buscando a los muchachos aquellos, pero no hallaron nada, dieron por terminada la búsqueda de los cuerpos, se fueron todos cansados y desanimados. Hasta como a los tres días salieron flotando, allá por el lado más hondo de la laguna, estaban abrazaditos y amarrados con el rebozo, como con lazo de casorio, los dos muy juntitos como los veía uno en vida.


___ FIN___




















miércoles, 1 de junio de 2011

"NO SE LLORAR A MAMÁ PANCHA"

"NO SE LLORAR A MAMÁ PANCHA"
O: “ PANCHA”
De: Alberto Trejo Juárez

Encerrado aquí entre las tres paredes del final del pasillo, sin poder ir a ninguna parte, desde que mi mamá “ Pancha” me metió, dizque para jugar a la casita y que me cierra la reja, desde entonces no salgo, hasta después supe que se le llama: reja, a mi puerta en mi casa, mas bien es la casa de mi mamá “Pancha” Yo siempre he vivido aquí en ésta casa. Horita estoy pensando todo esto porque ya me cansé de aporrear, si, así se dice. Yo no sé ni cuándo aprendí a aporrear. De lo que si estoy seguro es que yo aporreo los cinco barrotes de mi reja, bueno luego aprendí qué es reja, es de fierro, que es más duro que el palo de la escoba con el que la aporreo.
Después de mucho cuando mi mamá me encerró aquí, quise salirme como los gatos cuando vienen a verme, metí la cabeza primero, pensaba que así podría salir como ellos, que ya después sacan: manos, pelambre, patas y cola por una partecita. Y yo no pude salirme ni meterme, así me quedé toda ésa noche. Yo tengo mucha suerte. Si porque mamá “Pancha” dice que suerte es: que no le pase a uno algo. Yo no sé porqué suerte si ya estaba atorado ¿Atorado se dice? Tampoco sé dónde lo aprendí. Lo que si es suerte es que no me quise salir arriba del barrote atravesado de en medio, si no ésa noche me hubiera dormido parado, igual que los gallos del gallinero de mamá “Pancha”. Me acuerdo ¿ acuerdo? Es lo que ya pasó. Así me lo enseñó mi mamá y después la Edelmira. Ella con el tiempo aprendió a darme de comer. Dicen que es más chica que yo… El día de mi cabeza entre los barrotes, más bien noche, porque al final del pasillo la ventanita ya no tenía luz del sol, era luz de noche, de luna. A mi me gustan las dos luces, la del sol porque se le ahuyenta a uno el frío, y la de la luna, porque oigo a los coyotes aullar. Antes me la pasaba todo el día y toda la noche por la sierra, y oía los pájaros cantar. Yo canto también, no como ellos pero canto. Luego oía al tecolote y a los coyotes. Era cuando mis manos las veía pálidas. Yo no sé que es pálido, pero Edelmira cuando ya no hay sol  me dice que estoy pálido. Así que yo estaba pálido cuando salía la luna. Ya me venía de allá cuando me acordaba que no había probado bocado todo un día, y casi toda una noche. Unas veces, ésos carros que les llaman la camioneta, que sube a Taxco; si no traía mucha prisa bajaba por la terracería del pueblo y me traía a la casa. Yo dejaba que me trajiera si tenía ya mucha hambre, si no, me echaba a correr por adentro de los encinos. Nunca me alcanzaron , aunque a veces me correteaban hasta cuatro juntos ¡montoneros! Yo sé los caminos de la sierra, ellos no. Los ven de paso pero no los caminan.
El día de mi cabeza atorada, que no pude salir por entre los barrotes. Ése día,  mamá “Pancha” le dijo a Edelmira, porque ella ya se había recogido, ya era noche: “ Edelmira, ponle a ese chamaco una silla y siéntalo” Mi hermana, la Edelmira, vino y me abrió con su llave. La llave es una cosa así de chiquita y hace lo que yo no pude ésa noche, abrir. La muchacha ésa a la que llamo hermana, que nació de por dónde yo nací. La Edelmira, me sentó en una silla, ya no cerró, y me puso una cobija encima, allí dormí como coyote, sentado, hasta el otro día. Ya el sol estaba bien avanzado cuando vino, uno que dicen que es mi primo, el no nació de dónde yo nací, mi mamá dice que el nació de otra que si nació de dónde ella. El vino y con una chimiltreta, así le llamó mamá “Pancha” a la cosa ésa de fierro, con dos manitas que agarraron los barrotes una de un lado y la otra del otro, y un gusano como víbora al centro, que le dio vueltas y abrió los barrotes. El me rescató de mi prisión de los barrotes, dijo mamá y Edelmira. De a luego cerraron, para que aquél primo le diera de porrazos a los barrotes, para que volvieran a dónde estaban antes de meter yo la cabeza. Primero me dio mucho gusto porque les estaba pegando, pero, tenía que taparme las orejas con las dos manos, porque era un ruídero de infierno. Yo no sé cómo es el infierno, pero así es lo peor, lo malo fuera del mundo. Tampoco sé qué es mundo pero dicen que és la tierra que uno pisa, ya no sé ¿Es tierra o es mundo? Pero así lo aprendí yo. Aunque yo no le pedí que me sacara, pero eso fue bueno, ya no duermo sentado, ya duermo en mi cama de costales y cobija. Lo que no me gusta de mi pasillo es que huele a lo que yo hago. Antes lo hacía en el monte allá entre los árboles, me enseñaron que uno se  hace dónde no lo vean. Aquí si me ven, pero como yo no me puedo esconder, ellos se esconden de mí, porque el hoyo dónde hago está en un solo lugar; en el monte no, el hoyo podía cambiar de lugar, a dónde yo quisiera que estuviera, estaba. Aquí luego que ven que me voy a sentar corren para afuera, o se meten a los cuartos. Cuando no quiero hablar con nadie voy al hoyo y me siento. Por horas ellas me preguntan ¿ Ya? Yo no contesto o les digo “ No” y allá se están, afuera o adentro, hasta que yo quiero. A veces no me lo creen, entonces si tengo que hacer aunque no quiera, para que le corran. Ése olor del hoyo no me gusta, menos cuando cómo. Dice Edelmira: que ella va y le destapa con una pala allá afuera, y le tira unas cubetadas de agua para que no se vuelva a meter el olor, que es bien necio; yo no sé porqué tenemos tanto olor adentro y uno no lo huele estando escondido, o allá afuera.
Algunas veces estaba allá sentado, hasta allá arriba, en dónde se alcanza a devisar Cuernavaca para un lado, toda pintada de sol, y Taxco para el otro lado, ésa pintada de rojo y blanco; aunque de más niño si me llevaron allá a Taxco, si le vi mucho blanco y poco rojo. Yo no sé dónde se me escondía el rojo cuando yo iba. Hora ya no me llevan ni me dejan salir de aquí, que porque con los años me volví más agresivo, yo no sé que es eso, pero si me dicen que porque pego. Una vez si se la pasé a Horacio, el herrero, mi primo dicen, el que me sacó de los barrotes cuando me atoré. Pero otra vez no se la pasé, si le pegué. Estaba yo viendo, hasta allá arriba en lo alto, veía Cuernavaca. Sus caminos desde allá se ven igual que dos rayitas y si ves más allá se ve una sola cuando se va lejos; primero se le ven sus dos rayitas con puntitos grandes a un lado, después ellos se hacen chiquitos si se alejan, todo entre manchas de color amarillo y café, y pocas manchas brillosas como espejos, como ésos en los que mamá Pancha me dejaba ver y me decía: “Mira, qué niño tan bonito” apenas si me acuerdo, pero si me acuerdo; la Edelmira estaba muy chiquita, hora ya está grande, su pelo fue primero negro, y luego como color café con leche, y hora su pelo se le ve como la leche sola, ya sin café. Ya esta grande…
Me gustaba que , antes, que la Edelmira barriera aquí cerca, o allá afuera, porque con la escoba de mijo, yo no sé que es mijo pero así le dicen ellas dos, mamá y Edelmira, se le sube el vestido a veces arriba de la rodilla, y con la de varas allá afuera, cuando barre y cuando arrastra las hojas cecas se le atoran, las varas, y se le sube más de las rodillas, y eso me pone bien a gusto, alegre. Me dan unas ganas … de estrujarme por enfrente por dónde hago, por delante. Y me estrujo hasta que quedo bien cansado, muy cansado, más que cuando subía la sierra para ir a espiar Cuernavaca y Taxco. Aunque cuando subía al final de la sierra sentía yo el aire por todos lados, me manoseaba hasta por debajo de mi pantalón. Cuando yo le veo hasta las rodillas, y más arriba a mi hermana, a la Edelmira. Cuando termino de estrujarme me hace falta el aire de hasta allá arriba de la sierra. ¿Porqué será? porque hora ya me enseñaron que cuando yo me quisiera estrujar allí, que me metiera entre las cobijas . Y así lo hago; que allí podía estrujarme todo lo que yo quisiera, pero no en el pasillo, en mi pasillo, aquí no, tenía que ser encima de mis costales y debajo de mi cobija. A veces me estrujo hasta tres veces, si tres, en un solo paso del sol.
Una vez estaba hasta allá arriba y que me quiere subir el Horacio a la camioneta, el pensó que me iba a subir fácil como en otros días, porque no tiene puertas la camioneta, puertas para subir, como las de la casa para entrar. Entrar y subir… Ese día yo estaba muy a gusto porque acababa de llegar y cuando vi que se acercaba, que le doy de garrotazos como hoy se los di a la reja, y que corre lloriqueando, si, cuando la gente llora así lo he  visto; y que corro tras de él con el garrote que llevé para que me ayudara a subir los cerros. Se subió a la camioneta ya corriendo ella también, hasta a ella la aporrié con el garrote. Ése día yo no tenía hambre, me acababa ir de la casa y Edelmira que ya desde entonces me cuidaba, me dio mi lonche, como le dicen mis hermanos que están allá en el otro lado ¿ En el otro lado? ¿ de dónde? Bueno allá. Hora que dije: Bueno allá, en el otro lado. Mi hermano del otro lado “ Vino a tentar a Dios de paciencia” así dice mamá Pancha. Vino, que ya se iba a quedar, hizo aquí arribita un hoyote como de  grande… lo grande de la casa y allí echó el agua que bajaba del manantial, lo llenó y siempre de allí regaba sus plantas de comer. Un día me metí porque me dieron ganas de hacer en el agua, y hice. Se dio cuenta y de allí se enojó, pero no me hizo nada ni me pegó, solo me sacó de su hoyote con agua. Ya después se fue. En veces me daban ganas de hacer en sus milpas de los del pueblo, donde tienen cilantro, lechuga, rábanos, calabacitas y me corretean, qué ¿ ellos no harán? También por eso me encerró mamá Pancha aquí.
El día que Horacio me quería bajar de allá de la sierra. Ése día descubrí que acá cerca los caminos son más verdes que los de Cuernavaca y Taxco. A Cuernavaca las casas se le ven como piojitos, unos chiquitos otros grandes y otros más grandes, allá muy a lo lejos, o las camionetas se ven corriendo también como piojitos más chicos, hasta que van creciendo, creciendo y creciendo, como los ve uno por acá cerquita. A Cuernavaca por dónde le sale el sol, si tiene puntitos muy verdes y va bajando al café y al amarillo; pero para Taxco es amarillo y gris su campo, ya más para acá, empieza a subir el verde, y crece y crece a tapar a cualquiera y todo, hasta las camionetas. Otras veces si me dejaba bajar en la camioneta. Era mejor llegar cuando el sol estaba encimado en uno, y no hasta que está allá lejos entre la sierra, más cuando las tripas ¿ las tripas?... Me hacían ir a ver si hacía, pero no hacía, eso quería decir que necesitaba ponerle algo a mi boca, para después hacer. Así me daba cuenta que era mejor que él me bajara rápido, aunque se desviara la camioneta para dejarme en la casa de “Pancha”, mi mamá. Porque acá no bajan las camionetas.
Además, el día que yo estaba allá arriba y que le día de porrazos, es que ése día, además yo me había subido al cerro acordándome de Rogelio, mi hermano, yo no se porqué: hermano Rogelio y hermana Edelmira. Él se fue del otro lado, que porque un día manejando una camioneta, que unos niños jugaban delante de ella, y que se les va encima y mi hermano que la traía, almorzando, hasta que le vinieron a avisar que se pelara porque la camioneta mató a uno de los niños, después supe también qué es pelara, no es cortar pelo, se fue. Él se fue y solo viene allá muy de vez en cuando. Él cuando viene me trae mis cosas, mi ropa y me baña sin pena como mi hermana que siempre se está volteando para otro lado cuando me talla. A mi me gusta que mejor ella me bañe, porque siento como cuando me estrujo, pero poquito, a mi me gusta. Pero él se tiene que ir, viene con su familia que le llama: niños, niñas, vieja. Hora ya hasta es compadre del papá del niño que mató. Yo no sé que es eso de compadre, pero, él es su compadre, ya no se quieren matar.
Mi pueblo tiene su iglesia que es dónde está Dios. Las casas tienen en dónde sembrar, va subiendo uno y las casas son más retiradas y más pobres como la mía cuando yo la conocí; desde que yo me acuerdo tenía tres cuartos de adobe, así tres, una cocina con su fogón y techado con teja; hora lo único que queda techado de teja es mi pasillo que va a la puerta y al patio, lo demás ya no tiene teja y adobes. Que porque si le cambian a dónde me meten. Hora he estado pensando que porqué no me subo hasta las tejas, y las quito y por allí me doy libertad de ir a mi sierra. Primero subiría por la víbora que es el camino lleno de tierra y de piedras. Siempre que subo por la última casa que mamá “Pancha” decía: que ésa fue su casa y que allí murió su primer hija, que le dio de topes al adobe para salirse; así topes como el chivo que el otro día me correteó, yo pude más que él, que le abrazo el pescuezo y no lo solté, yo quería que pidiera que lo soltara como los muchachos del pueblo cuando les hacía lo mismo, ya los dejaba, pero el chivo no dijo nada y lo solté hasta que se quedó blandito, durmiendo. Ah sus papaces de los muchachos decían : ¡ abusivo! Porque quezque yo estoy gordo, no sé que es eso, gordo. Así ella… su hija, no me acuerdo cómo dice mamá “Pancha” que le decía. Hay gente que platica que allí espantan ¿ qué será espantan? Yo me he metido en ésa casa y no sale ni entra nadie, he estado desde el amanecer hasta que regresa la luna, y nadie llega, no sé quién será “espantan”, por más que lo espero hasta que me da sueño. Me tiro en el piso de tierra que está fresco; ya cuando se oye que canta el gallo, así le dice mamá: “ canta el gallo” me vengo para acá, o me subo para allá, para mi sierra, a espiar a Cuernavaca y Taxco. Subo por ésa empolvada carretera, así dicen todos de ella, o me voy por las parcelas. Subo las primeras lomas, y sigo a otra más, y  otra, así hasta subir los cerros. O no, hoy mejor me sigo hacia Tetipác que es por dónde llevaron a mamá  “Pancha”, yo no se porqué, pero vi que me la escondieron en una cajota para que yo no la viera cuando se la llevaron. Hoy tengo muchas ganas de llorar como dice Edelmira, porque ella llora cuando me arrima mi tragazón, me dice que porque echó tortillas con ramas verdes, que por eso chilla; pero que ella me va a seguir asistiendo, no se que es asistiendo pero mientras ella me dé, de tragar… no se. Dijo que mi mamá, y la de ella también, fue a ver a Rogelio, que ella luego se devuelve para acá, que no me apure. Yo no me apuro, pero desde que salió aquella cajota, aquél día, quiero chillar. Pero no se chillar. Ella así me enseñó: “ No chillar” hasta que vi muchas veces a Edelmira con eso de chillar, yo quiero chillar pero no se cómo. El José, que es quién le hacía los mandados a mamá “Pancha”. El me dice que la ha ido a ver y dice que está muy bien allá, que está en una casita chica, enterrada en la tierra y con jardín, muchas flores y un pasillo para llegar a otras casitas dónde viven sus vecinos. El dice que está muy bien. Y eso que a el casi no le gusta hablar, me lo ha dicho, que se lo ha encargado  ella. Aunque no se si él también le va hacer los mandados a Edelmira, como se los hacía a mi mamá. En veces los veo cuchicheando, más cuando ella llora. Mamá “ Pancha” decía que él está un poco loco.
Yo quiero encontrar la forma de salir por arriba, por las tejas, y acompañar al José a ver porqué no ha venido mamá “Pancha”. Cómo le haré para llorar, y así poder pensar mejor para salir de aquí. Porque la Edelmira no creo que me enseñe a llorar, no tiene tiempo, ya está vieja.

___FIN___