viernes, 6 de mayo de 2011

"EL CABALLO COLOR HUESO"

Cuentos costumbristas " El caballo color hueso"
De: Alberto Trejo Juárez
"Cuentos costumbristas" es una forma de dar a conocer eso que está aún en provincia, aún vivo, las costumbres de un español antiguo de alguna forma, las costumbres y forma de vivir. Las abordo con distintos temas, al igual como se viven hoy pero con otros ojos. Vívalo (vívelo) (ALTREJUA)
" EL CABALLO COLOR HUESO"
Don Manuel terminaba de arreglar al caballo aquél, blanco... color hueso; algo le arreglaba en el casco, al terminar le puso la pata en el suelo. Fue a su camioneta pick up y sacó un cartón recortado de una caja de cartón y con un mecate se lo colgó por el costillar al caballo, y ahí lo dejó en la alfalfa; que era su alfalfar. Poco más de dos hectáreas  sembradas de alfalfa. Le dio dos palmadas por donde irían las ancas y le dijo: No vayas a patear el pesebre, "lucero" Ni te vayas a ir, este es tu lugar.
Me acuerdo que la primera vez que me vendió los primeros cortes de su alfalfa, fue hace poco más de tres años, me dijo: " Don Malco, si, le vendo mi alfalfa, pero si la  "siega" usted le cuesta el corte tres mil pesos, si se la corto yo le cuesta. tres mil trescientos, por lo del "chalán"  " Si, está bien córtemela usted, y yo vengo por ella al segundo día, ya que esté oreada, y ese día nos vemos aquí para pagarle" Y así ha sido desde entonces.
Este viejito tiene su dinerito. Fue guardavía del ferrocarril y lo han jubilado con el cien por ciento de su sueldo, y todos los aumentos que tienen todos los trabajadores en activo, él los tiene. Aparte, sus tierritas le dan unos pesos de más, que para él solo ya ni le ha de hacer falta. Ya se lleva la vida   bien descansada, ya no tiene que andar cargando los fierros para arreglar la vía, lo que era peor: era caminar de ida y de regreso a su sección, lo que sea, pero si fue un trabajo muy pesado, hoy se la lleva la vida muy campechanamente, y seguramente el gobierno le ha de dar también alguna pensión por el tiempo que anduvo en la revolución.
Así como lo ven, según el me ha dicho, que tiene noventa y ocho años. El es muy pacifico, pero quién lo busca lo encuentra, como él mismo dice.
Ya lo ve uno: su andar cansado, ya encorvado. Con su placa dental arriba y abajo, el sombrero siempre en la cabeza, con sus chamarras vaqueras con forro de borrega, sus zapatos reglamentarios como los usaba en ferrocarriles.
" No joven Malco, yo aprendí a manejar la camioneta a los ochenta y cinco años, hace ¿qué?...__ Contó con los dedos de sus manos, de uno por uno hasta llegar  al año, y continuó__ Si, hace trece años. Ahí tenía yo la camioneta no más parada: Mis hijos se encargaron de ir a comprármela a Zacatecas. Yo les di el dinero y me la trajeron desde allá. Allí se quedaba parada cuando nadie de ellos la movía. Qué bueno que todos mis hijos tienen sus buenas chambas, también mis hijas; aunque ya sabe usted, el destino de las mujeres es casarse, y si hicieron una carrera, pues tienen que combinarla con el matrimonio. Tengo ingenieros trabajando en la planta de Aguas Calientes, y otros están en México. Tengo contadores, negociantes. Porque tienen sus negocios de jugos, licuados y tortas; sus maridos tienen sus camionetas  de pasajeros que hacen viajes hasta el metro de la ciudad de México. Con decirle joven Malco que hasta un artista tengo en la familia"__ Platicaba entonces, con alegría que se reflejaba en el brillo de sus ojos...
__ No me diga, y ¿En qué ha trabajado su familiar?
__ Pues en las de ésas, telenovelas. Es mi hijo. En películas y anuncios de televisión.
__No, pues usted está rico de familia, don Manuel.
__ Si, pero me puse a pensar, para eso de la manejada: "Yo estoy solo en esta casa tan grande; los hijos algunos lejos; solo el más chiquito de los hombres y una de las medianas está aquí cerca, ella tiene su zapatería. Que por cierto, ella es la que me hace mi comida y me la lleva a la casa. A mi no me gusta comer con la demás gente...__ Hizo una pausa y dejó que se le pasara la emoción que le hizo tragar saliva y continuó__ A veces se burlan de uno cuando al estar tragando se le sale la placa dental... eso a mi me da muchísimo sentimiento. Por eso es mejor que yo esté solo. Van, me visitan y son bienvenidos; se cansan de estar en la casa y se van, como dice el dicho: “Ellos en su casa, yo en la mía, y Dios en la de todos" creo que así va el dicho ese__ Se rió dejando ver sus dientes muy parejos, muy bien hechos. Si no me hubiera dicho que usaba placas dentales no lo hubiera notado, y continuó__ Bueno ya me estoy poniendo melancólico, y la verdad es que no me gusta...
EN la revolución no teníamos tiempo de chillar. Porque si perdíamos tiempo en chillar, ahí estaba el enemigo para "recordarnolo": Que el hombre en ella no podía perder tiempo en afectos y familia. Yo me salvé gracias, primero, a Dios__ Se quitó el sombrero para dar un vistazo al cielo. Pareciera que en una vista rápida de aquél cielo de mayo, buscara algo, tal vez su destino, o tal vez el de todos. En aquél cielo de color azul claro, sin nubes, y que arrojaba como lenguas invisibles de calor sobre nosotros que estábamos en la besana de su milpa. Que estaba sembrada de alfalfa. Era la única milpa, ya le digo como de tres hectáreas sembrada. Al rededor no había una más, si, allí estaban otras al rededor, pero esas solo tenían rastrojos, hierba seca, candidata a la quemazón de cada año para preparar la tierra para la nueva siembra del año. En la parte de arriba del terreno, al oriente, había un bordo de huizaches, con uno que otro pirú, y solo arriba en su límite una cerca con alambre de púas; los otros lados no tenían cerca. Abajo, al poniente, como a un kilómetro pasaba un canal, que bajaba en diagonal, no profundo, de agua limpia que se venía juntando de los manantiales que le daban vida, ahí si, había una gran cantidad de árboles como sauz llorón, fresnos, todavía  pequeños; tepozanes y arbustos, jara, bashosda, hierba chupona, maravilla que sus flores eran de distintos colores y mucho manrrubio. Ahí nunca estaba seco a la orilla del riachuelo aquél. Y allá, muy al fondo llevando la vista al poniente, pero siempre sobre el terreno, allí le llamamos "el plan" que no es más que el gran valle que hay por debajo de la cortina de la presa; que de dicha cortina dejaba la presa bajar una de sus venas con agua límpia. La presa se encontraba como a tres kilómetros y tirándole al lado izquierdo de donde nos encontrábamos, y al sur. Por el lado de la vena esa, siempre estaba todo verde. Y arriba de allí , tirándole para el poniente, el cerro plano y largo, que solo una cortina de piedra le separaba del río, era una cortina de laja muy vertical, era como una pared muy alta . A ese cerro anteriormente le llamaban " cerro de el venado" porque era el único sitio donde crecía la hierba condimento para la salsa verde, que así se  llamaba (hierba del venado). Había huizaches, mezquites y mucho pasto; eso era todo; ahora al cerro le llaman " el encino". La  gran desgracia es que el agua del riachuelo de los manantiales y la del otro río limpio, la que soltaba la cortina se iban a contaminar río abajo con el agua del río Tula...
Con el agua del río Tula, que es el que pasa aquí abajito, a un kilómetro o menos de este gran valle, juntándose todos para acá abajo. En dicho río pusieron la muerte para todo el agro del centro del país, con los deshechos de la enorme ciudad de México, que llegan hasta acá cerca en un drenaje profundo, y este fue el nivel que les gustó para sacarlo a flor de tierra...
Desechos que llegan por un drenaje profundo, y este fue el nivel que les gustó para sacarlo a flor de tierra. Todo esto lo se por mis abuelos que han de ser de la época de don Manuel. Y él continuó después de ponerse el sombrero __ Me salvé, en segunda, por mi cuarenta y cinco y mi treinta_ treinta. Regresé de la revolufia y formé mi familia. Ya mis jefecitos habían entrado al régimen del ejido, que repartió el finadito, mi general Lázaro Cárdenas "tata Lázaro" así le decíamos, porque él se encargó de dar tierra a cada uno de los desposeídos que dejó la revolución. Él le dio a mis jefecitos estos pedacitos de tierra, éste de "el plan" y el de "dos ríos" Sin contar con el pedacito en el pueblo para vivir y que ya repartí a mis hijos, a todos, mujeres y hombres les tocó su cachito. Eso de mi general fue por el treinta y ocho, o treinta y seis, ya no lo recuerdo bien; lo del reparto de tierra de mi general "tata Lázaro" 
       Don Manuel siempre traía la cuarenta y cinco clavada en el cinturón, mas, yo nunca lo he visto sacarla para asustar a alguien " La cargo por costumbre, joven Malco. En la revolución  el que no cargaba una arma o la perdía, estaba muerto. Yo no quería ni quiero estar muerto. Hasta que él diga" __ Y se volvió a quitar el sombrero de paja apretada, que no tenía que ver nada con los sombreros de charro que ellos usaron en la revolución. Era un sombrero de ala pequeña, copa con dos pedradas, y muy fresco como los que usa mi papá__ ¿Por qué le platiqué todo esto?...__ Bailaron sus ojos recorriendo el paisaje que teníamos enfrente. Sus ojos, y los míos, fueron hasta allá, arriba de los "dos ríos", recorrieron la cortina de árboles frondosos que estaban al fondo y abajo, antes que la vista subiera al cerro que es el cerro de "él venado" lo miró como encontrando un tesoro, y al fin recordó__ ¡Ah! por lo de la camionetita que aprendí a manejar. Así voy a donde quiera y no tengo que estar esperando a que me lleven...
__ Oiga don Manuel.
__ Usted dirá joven Malco.
__ ¿Qué sucedió, hará qué... unos tres años, me comentó usted que le hacían perjuicios los animales de sus vecinos y los de otros de más lejos?
__ Nada, que la primera vez. Si, hace poco más de tres años, un día para variar en invierno, vine  a echarle una visitadita a la alfalfa, y que me voy encontrando un caballo; precioso el animal, blanco como la nieve, de una muy buena alzada y muy inteligente. Estaba comiéndose mi alfalfa. Aquí me esperé hasta la noche, pensé que el dueño venía cada noche por él. Cuando va llegando el dueño. Para esto, fui y escondí la camioneta allá entre los huizaches de la alcantarilla. Allí mire__ Desde la milpa se alcanzaba a ver a unos doscientos metros de retirado, una gran curva allá en lo alto donde pasaba la vía del ferrocarril, pasaba allá al lado oriente. Yo sabía que en el mero centro de la curva como de un kilómetro de largo, estaba la alcantarilla que desfogaba el agua de lluvia, de arriba de los cerros y arrojaban su caudal hasta el canal del agua de manantial__ Y también me guarecí de las miradas que llegaban a pasar por el camino real. Bueno, hoy ya no tiene nada de camino real, hoy solo lo usamos los ejidatarios de "el plan”. Allí mero me parapetié, como lo hacía uno del enemigo. Y como por hay de las nueve de la noche voy viendo a una silueta que se acercó, con toda la confianza de que estaba solo. Era el Maclovio, y que le hablo. Yo creo que se le cayeron los calzones, pero se repuso del sustote que le di:
__ ¿Por qué me estás robando mi alfalfa?
__ No, yo no me estoy robando nada, viejito__ Me molestó el tono en que lo dijo. Gracias a Dios y para él que no eran tiempos de guerra, si no, ahí me lo hubiera "quebrado" ... cabrón conchudo.
__ Por hoy te la paso Maclovio, pero la próxima vez... o detengo al caballo por "prejuicios" o te lo mato.
__ Mire viejito: las generaciones nuevas, como se dice hoy, no robamos, solo tomamos las cosas dónde las hay y sean de quién sean__ Yo agarré la cacha de la cuarenta y cinco, pero me contuve ¡ Pobre muchacho pendejo! No era consiente de mi superioridad; yo estaba armado y él no. Me contuve. Aunque su hocico era una arma.
__ Vete, ya te dije: por hoy. Y se fue, se montó en su hermoso caballo blanco, tan blanco como los luceros del cielo de estos cielos nocturnos tan estrellados que tenemos.
__ Y luego ¿ Ya no volvió a traerle a pastar y a comer su alfalfa al caballito?
__ Si__Se rió, tal vez resignado o tal vez planeando algo. Y siguió__ Al año siguiente, en la época de estiaje, de sequías como hoy. Mi milpa era la única verde en todo "el plan" y todo "dos ríos" y volví a encontrar al caballito aquél  "el lucero" le había yo puesto por nombre. La verdad es que me gustaba el canijo caballo, y yo le gustaba a él, porque me obedeció en cuanto lo llevé a amarrar a la defensa trasera de mi camioneta pick up. Ahí iban camioneta blanca y caballo blanco. Muy mansito. Lo llevé hasta el pueblo y se lo entregué al juez. Pero el ladino aquél se las arregló para pagar la multa pero no "el prejuicio". Yo no se qué le diría él al juez, pero el juez se dejó embabucar. Y el otro se salió con la suya, nunca pagó. Y cuando yo le preguntaba al juez: “¿Qué pasó con aquél?” Me decía: “¿Quién va a ir hasta "el plan" a cobrarle?”  "Yo nomás le advierto don Isidro: Si él me sigue robando la alfalfa...bueno, para qué le digo. Algo tengo que hacerle al Maclovio ¿Me entendió don Isidro?" "Si, don Manuel, si, ya me lo dijo usted"
__ ¿Y qué pasó después don Manuel?
__ Nada, la segunda vez desenterré su cuña de metal que había clavado en mi terreno, entre la alfalfa a donde "el lucero" se podía mover como en un ruedo, a su antojo. El caballo lucía bonito hasta en las sequías, gracias a mi alfalfa.
El año pasado vine un día, por hay por diciembre y que encuentro de nuevo al animal; ora estaba amarrado a un tronco de sauz llorón que había traído el socarrón aquél. Lo desamarré y lo amarré a un manojo de matas de alfalfa; sí, le digo que era bien mansito. Le digo: el animal cuando me veía...se había encariñado conmigo, como se encariñaba con uno, su cuaco en la revolución. Ya en la noche, cuando oí el motor de su camioneta, del fulano aquél... Desamarré al cuaco del manojo de alfalfa y saqué la pistola; cuando bajó el fulano de su camioneta, cuidé muy bien que viera: Apunté lento, como cuando sacrificábamos a nuestro penco en la revolución, por culpa de una pata rota, aunque nos doliera le sorrajábamos un plomazo para que no sufriera el animal. A este no le dolía nada, ni tenía la pata rota. Y con dolor y pena le dejé ir el tiro de la cuarenta y cinco  por atrás del ojo izquierdo. Su ojo que me había estado viendo los últimos minutos de su vida, como suplicándome por ella. Cayó el animal después de mi disparo, quedó a mis pies con las patas abiertas como si estuviera de pié. El fulano aquél todo miedoso se subió a su camioneta y se  fue lo más rápido que pudo. De la prisa que le entró hasta se andaba trastabillando, el muy...cabrón.
Al tercer día los zopilotes fueron bajando desatornillando el aire, guiados por el hedor del animal. Y en menos de que se lo platico lo descarnaron. Uno, empezó metiéndosele por el ano; otros, empezaron por los ojos y así se la siguieron  dando cuenta de él. Habían bajado los zopilotes extendiendo a todo lo largo sus alas. Haga de cuenta que entre todos bajaban por un tornillo imaginario. Así también extendieron sus alas y pegaron el salto ya bien tragados para irse, y subieron como los aeroplanos hasta verse allá arriba, muy arriba en el azul del cielo, hasta desaparecer, allá muy retirado, para después aparecer columpiándose en el aire azul del cielo.
Ahí quedaron los huesos limpios, limpios después de la partida de los zopilotes, huesos de color blanco, color hueso; aunque ya con el sol y con el tiempo se fueron poniendo amarillentos. Me acomedí a unir los huesos con alambre inoxidable, y ahí lo tiene ahora, de pie como cuando estaba vivo, en medio del gran círculo de alfalfa, círculo que había hecho con su "prejuicio". Aunque como ve ahora ya no se la traga solo espanta a los dueños de otros caballos que quieran traerlos a comer acá de oquis. Aquí lo tiene usted, blanco, blanco tal como cuando vivía. Solo le hacen falta sus ojotes hermosos que me veían. ¿Y el fulano aquél? ni sus luces.
    El caballo, su esqueleto quedó reluciente a la luz del sol, con la cabeza muy en alto como cuidando el alfalfar, y con su letrero en el costillar que decía: "Esto le puede pasar al que se  robe mi alfalfa"
___FIN___
NOTA: Es todo, ojalá y les haya gustado esta narrativa.
Gracias por tenerme calma para las entregas, gracias por leerme:altrejua
(alberto trejo Juárez)
NOTA ¡¡MUY IMPORTANTE!!: Para leer “La ordeña”, como la letra está en fantasma, será necesario que arrastre el cursor unos siete renglones para que se sombree el cuento y… ¡Aparece el cuento listo para leerse! Mil disculpas por no dominar estos nuevos medios de comunicación, a mí me  llegó un poco tarde el internet. Nuevamente mis disculpas. GRACIAS:
alberto trejo juárez






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