miércoles, 1 de junio de 2011

"NO SE LLORAR A MAMÁ PANCHA"

"NO SE LLORAR A MAMÁ PANCHA"
O: “ PANCHA”
De: Alberto Trejo Juárez

Encerrado aquí entre las tres paredes del final del pasillo, sin poder ir a ninguna parte, desde que mi mamá “ Pancha” me metió, dizque para jugar a la casita y que me cierra la reja, desde entonces no salgo, hasta después supe que se le llama: reja, a mi puerta en mi casa, mas bien es la casa de mi mamá “Pancha” Yo siempre he vivido aquí en ésta casa. Horita estoy pensando todo esto porque ya me cansé de aporrear, si, así se dice. Yo no sé ni cuándo aprendí a aporrear. De lo que si estoy seguro es que yo aporreo los cinco barrotes de mi reja, bueno luego aprendí qué es reja, es de fierro, que es más duro que el palo de la escoba con el que la aporreo.
Después de mucho cuando mi mamá me encerró aquí, quise salirme como los gatos cuando vienen a verme, metí la cabeza primero, pensaba que así podría salir como ellos, que ya después sacan: manos, pelambre, patas y cola por una partecita. Y yo no pude salirme ni meterme, así me quedé toda ésa noche. Yo tengo mucha suerte. Si porque mamá “Pancha” dice que suerte es: que no le pase a uno algo. Yo no sé porqué suerte si ya estaba atorado ¿Atorado se dice? Tampoco sé dónde lo aprendí. Lo que si es suerte es que no me quise salir arriba del barrote atravesado de en medio, si no ésa noche me hubiera dormido parado, igual que los gallos del gallinero de mamá “Pancha”. Me acuerdo ¿ acuerdo? Es lo que ya pasó. Así me lo enseñó mi mamá y después la Edelmira. Ella con el tiempo aprendió a darme de comer. Dicen que es más chica que yo… El día de mi cabeza entre los barrotes, más bien noche, porque al final del pasillo la ventanita ya no tenía luz del sol, era luz de noche, de luna. A mi me gustan las dos luces, la del sol porque se le ahuyenta a uno el frío, y la de la luna, porque oigo a los coyotes aullar. Antes me la pasaba todo el día y toda la noche por la sierra, y oía los pájaros cantar. Yo canto también, no como ellos pero canto. Luego oía al tecolote y a los coyotes. Era cuando mis manos las veía pálidas. Yo no sé que es pálido, pero Edelmira cuando ya no hay sol  me dice que estoy pálido. Así que yo estaba pálido cuando salía la luna. Ya me venía de allá cuando me acordaba que no había probado bocado todo un día, y casi toda una noche. Unas veces, ésos carros que les llaman la camioneta, que sube a Taxco; si no traía mucha prisa bajaba por la terracería del pueblo y me traía a la casa. Yo dejaba que me trajiera si tenía ya mucha hambre, si no, me echaba a correr por adentro de los encinos. Nunca me alcanzaron , aunque a veces me correteaban hasta cuatro juntos ¡montoneros! Yo sé los caminos de la sierra, ellos no. Los ven de paso pero no los caminan.
El día de mi cabeza atorada, que no pude salir por entre los barrotes. Ése día,  mamá “Pancha” le dijo a Edelmira, porque ella ya se había recogido, ya era noche: “ Edelmira, ponle a ese chamaco una silla y siéntalo” Mi hermana, la Edelmira, vino y me abrió con su llave. La llave es una cosa así de chiquita y hace lo que yo no pude ésa noche, abrir. La muchacha ésa a la que llamo hermana, que nació de por dónde yo nací. La Edelmira, me sentó en una silla, ya no cerró, y me puso una cobija encima, allí dormí como coyote, sentado, hasta el otro día. Ya el sol estaba bien avanzado cuando vino, uno que dicen que es mi primo, el no nació de dónde yo nací, mi mamá dice que el nació de otra que si nació de dónde ella. El vino y con una chimiltreta, así le llamó mamá “Pancha” a la cosa ésa de fierro, con dos manitas que agarraron los barrotes una de un lado y la otra del otro, y un gusano como víbora al centro, que le dio vueltas y abrió los barrotes. El me rescató de mi prisión de los barrotes, dijo mamá y Edelmira. De a luego cerraron, para que aquél primo le diera de porrazos a los barrotes, para que volvieran a dónde estaban antes de meter yo la cabeza. Primero me dio mucho gusto porque les estaba pegando, pero, tenía que taparme las orejas con las dos manos, porque era un ruídero de infierno. Yo no sé cómo es el infierno, pero así es lo peor, lo malo fuera del mundo. Tampoco sé qué es mundo pero dicen que és la tierra que uno pisa, ya no sé ¿Es tierra o es mundo? Pero así lo aprendí yo. Aunque yo no le pedí que me sacara, pero eso fue bueno, ya no duermo sentado, ya duermo en mi cama de costales y cobija. Lo que no me gusta de mi pasillo es que huele a lo que yo hago. Antes lo hacía en el monte allá entre los árboles, me enseñaron que uno se  hace dónde no lo vean. Aquí si me ven, pero como yo no me puedo esconder, ellos se esconden de mí, porque el hoyo dónde hago está en un solo lugar; en el monte no, el hoyo podía cambiar de lugar, a dónde yo quisiera que estuviera, estaba. Aquí luego que ven que me voy a sentar corren para afuera, o se meten a los cuartos. Cuando no quiero hablar con nadie voy al hoyo y me siento. Por horas ellas me preguntan ¿ Ya? Yo no contesto o les digo “ No” y allá se están, afuera o adentro, hasta que yo quiero. A veces no me lo creen, entonces si tengo que hacer aunque no quiera, para que le corran. Ése olor del hoyo no me gusta, menos cuando cómo. Dice Edelmira: que ella va y le destapa con una pala allá afuera, y le tira unas cubetadas de agua para que no se vuelva a meter el olor, que es bien necio; yo no sé porqué tenemos tanto olor adentro y uno no lo huele estando escondido, o allá afuera.
Algunas veces estaba allá sentado, hasta allá arriba, en dónde se alcanza a devisar Cuernavaca para un lado, toda pintada de sol, y Taxco para el otro lado, ésa pintada de rojo y blanco; aunque de más niño si me llevaron allá a Taxco, si le vi mucho blanco y poco rojo. Yo no sé dónde se me escondía el rojo cuando yo iba. Hora ya no me llevan ni me dejan salir de aquí, que porque con los años me volví más agresivo, yo no sé que es eso, pero si me dicen que porque pego. Una vez si se la pasé a Horacio, el herrero, mi primo dicen, el que me sacó de los barrotes cuando me atoré. Pero otra vez no se la pasé, si le pegué. Estaba yo viendo, hasta allá arriba en lo alto, veía Cuernavaca. Sus caminos desde allá se ven igual que dos rayitas y si ves más allá se ve una sola cuando se va lejos; primero se le ven sus dos rayitas con puntitos grandes a un lado, después ellos se hacen chiquitos si se alejan, todo entre manchas de color amarillo y café, y pocas manchas brillosas como espejos, como ésos en los que mamá Pancha me dejaba ver y me decía: “Mira, qué niño tan bonito” apenas si me acuerdo, pero si me acuerdo; la Edelmira estaba muy chiquita, hora ya está grande, su pelo fue primero negro, y luego como color café con leche, y hora su pelo se le ve como la leche sola, ya sin café. Ya esta grande…
Me gustaba que , antes, que la Edelmira barriera aquí cerca, o allá afuera, porque con la escoba de mijo, yo no sé que es mijo pero así le dicen ellas dos, mamá y Edelmira, se le sube el vestido a veces arriba de la rodilla, y con la de varas allá afuera, cuando barre y cuando arrastra las hojas cecas se le atoran, las varas, y se le sube más de las rodillas, y eso me pone bien a gusto, alegre. Me dan unas ganas … de estrujarme por enfrente por dónde hago, por delante. Y me estrujo hasta que quedo bien cansado, muy cansado, más que cuando subía la sierra para ir a espiar Cuernavaca y Taxco. Aunque cuando subía al final de la sierra sentía yo el aire por todos lados, me manoseaba hasta por debajo de mi pantalón. Cuando yo le veo hasta las rodillas, y más arriba a mi hermana, a la Edelmira. Cuando termino de estrujarme me hace falta el aire de hasta allá arriba de la sierra. ¿Porqué será? porque hora ya me enseñaron que cuando yo me quisiera estrujar allí, que me metiera entre las cobijas . Y así lo hago; que allí podía estrujarme todo lo que yo quisiera, pero no en el pasillo, en mi pasillo, aquí no, tenía que ser encima de mis costales y debajo de mi cobija. A veces me estrujo hasta tres veces, si tres, en un solo paso del sol.
Una vez estaba hasta allá arriba y que me quiere subir el Horacio a la camioneta, el pensó que me iba a subir fácil como en otros días, porque no tiene puertas la camioneta, puertas para subir, como las de la casa para entrar. Entrar y subir… Ese día yo estaba muy a gusto porque acababa de llegar y cuando vi que se acercaba, que le doy de garrotazos como hoy se los di a la reja, y que corre lloriqueando, si, cuando la gente llora así lo he  visto; y que corro tras de él con el garrote que llevé para que me ayudara a subir los cerros. Se subió a la camioneta ya corriendo ella también, hasta a ella la aporrié con el garrote. Ése día yo no tenía hambre, me acababa ir de la casa y Edelmira que ya desde entonces me cuidaba, me dio mi lonche, como le dicen mis hermanos que están allá en el otro lado ¿ En el otro lado? ¿ de dónde? Bueno allá. Hora que dije: Bueno allá, en el otro lado. Mi hermano del otro lado “ Vino a tentar a Dios de paciencia” así dice mamá Pancha. Vino, que ya se iba a quedar, hizo aquí arribita un hoyote como de  grande… lo grande de la casa y allí echó el agua que bajaba del manantial, lo llenó y siempre de allí regaba sus plantas de comer. Un día me metí porque me dieron ganas de hacer en el agua, y hice. Se dio cuenta y de allí se enojó, pero no me hizo nada ni me pegó, solo me sacó de su hoyote con agua. Ya después se fue. En veces me daban ganas de hacer en sus milpas de los del pueblo, donde tienen cilantro, lechuga, rábanos, calabacitas y me corretean, qué ¿ ellos no harán? También por eso me encerró mamá Pancha aquí.
El día que Horacio me quería bajar de allá de la sierra. Ése día descubrí que acá cerca los caminos son más verdes que los de Cuernavaca y Taxco. A Cuernavaca las casas se le ven como piojitos, unos chiquitos otros grandes y otros más grandes, allá muy a lo lejos, o las camionetas se ven corriendo también como piojitos más chicos, hasta que van creciendo, creciendo y creciendo, como los ve uno por acá cerquita. A Cuernavaca por dónde le sale el sol, si tiene puntitos muy verdes y va bajando al café y al amarillo; pero para Taxco es amarillo y gris su campo, ya más para acá, empieza a subir el verde, y crece y crece a tapar a cualquiera y todo, hasta las camionetas. Otras veces si me dejaba bajar en la camioneta. Era mejor llegar cuando el sol estaba encimado en uno, y no hasta que está allá lejos entre la sierra, más cuando las tripas ¿ las tripas?... Me hacían ir a ver si hacía, pero no hacía, eso quería decir que necesitaba ponerle algo a mi boca, para después hacer. Así me daba cuenta que era mejor que él me bajara rápido, aunque se desviara la camioneta para dejarme en la casa de “Pancha”, mi mamá. Porque acá no bajan las camionetas.
Además, el día que yo estaba allá arriba y que le día de porrazos, es que ése día, además yo me había subido al cerro acordándome de Rogelio, mi hermano, yo no se porqué: hermano Rogelio y hermana Edelmira. Él se fue del otro lado, que porque un día manejando una camioneta, que unos niños jugaban delante de ella, y que se les va encima y mi hermano que la traía, almorzando, hasta que le vinieron a avisar que se pelara porque la camioneta mató a uno de los niños, después supe también qué es pelara, no es cortar pelo, se fue. Él se fue y solo viene allá muy de vez en cuando. Él cuando viene me trae mis cosas, mi ropa y me baña sin pena como mi hermana que siempre se está volteando para otro lado cuando me talla. A mi me gusta que mejor ella me bañe, porque siento como cuando me estrujo, pero poquito, a mi me gusta. Pero él se tiene que ir, viene con su familia que le llama: niños, niñas, vieja. Hora ya hasta es compadre del papá del niño que mató. Yo no sé que es eso de compadre, pero, él es su compadre, ya no se quieren matar.
Mi pueblo tiene su iglesia que es dónde está Dios. Las casas tienen en dónde sembrar, va subiendo uno y las casas son más retiradas y más pobres como la mía cuando yo la conocí; desde que yo me acuerdo tenía tres cuartos de adobe, así tres, una cocina con su fogón y techado con teja; hora lo único que queda techado de teja es mi pasillo que va a la puerta y al patio, lo demás ya no tiene teja y adobes. Que porque si le cambian a dónde me meten. Hora he estado pensando que porqué no me subo hasta las tejas, y las quito y por allí me doy libertad de ir a mi sierra. Primero subiría por la víbora que es el camino lleno de tierra y de piedras. Siempre que subo por la última casa que mamá “Pancha” decía: que ésa fue su casa y que allí murió su primer hija, que le dio de topes al adobe para salirse; así topes como el chivo que el otro día me correteó, yo pude más que él, que le abrazo el pescuezo y no lo solté, yo quería que pidiera que lo soltara como los muchachos del pueblo cuando les hacía lo mismo, ya los dejaba, pero el chivo no dijo nada y lo solté hasta que se quedó blandito, durmiendo. Ah sus papaces de los muchachos decían : ¡ abusivo! Porque quezque yo estoy gordo, no sé que es eso, gordo. Así ella… su hija, no me acuerdo cómo dice mamá “Pancha” que le decía. Hay gente que platica que allí espantan ¿ qué será espantan? Yo me he metido en ésa casa y no sale ni entra nadie, he estado desde el amanecer hasta que regresa la luna, y nadie llega, no sé quién será “espantan”, por más que lo espero hasta que me da sueño. Me tiro en el piso de tierra que está fresco; ya cuando se oye que canta el gallo, así le dice mamá: “ canta el gallo” me vengo para acá, o me subo para allá, para mi sierra, a espiar a Cuernavaca y Taxco. Subo por ésa empolvada carretera, así dicen todos de ella, o me voy por las parcelas. Subo las primeras lomas, y sigo a otra más, y  otra, así hasta subir los cerros. O no, hoy mejor me sigo hacia Tetipác que es por dónde llevaron a mamá  “Pancha”, yo no se porqué, pero vi que me la escondieron en una cajota para que yo no la viera cuando se la llevaron. Hoy tengo muchas ganas de llorar como dice Edelmira, porque ella llora cuando me arrima mi tragazón, me dice que porque echó tortillas con ramas verdes, que por eso chilla; pero que ella me va a seguir asistiendo, no se que es asistiendo pero mientras ella me dé, de tragar… no se. Dijo que mi mamá, y la de ella también, fue a ver a Rogelio, que ella luego se devuelve para acá, que no me apure. Yo no me apuro, pero desde que salió aquella cajota, aquél día, quiero chillar. Pero no se chillar. Ella así me enseñó: “ No chillar” hasta que vi muchas veces a Edelmira con eso de chillar, yo quiero chillar pero no se cómo. El José, que es quién le hacía los mandados a mamá “Pancha”. El me dice que la ha ido a ver y dice que está muy bien allá, que está en una casita chica, enterrada en la tierra y con jardín, muchas flores y un pasillo para llegar a otras casitas dónde viven sus vecinos. El dice que está muy bien. Y eso que a el casi no le gusta hablar, me lo ha dicho, que se lo ha encargado  ella. Aunque no se si él también le va hacer los mandados a Edelmira, como se los hacía a mi mamá. En veces los veo cuchicheando, más cuando ella llora. Mamá “ Pancha” decía que él está un poco loco.
Yo quiero encontrar la forma de salir por arriba, por las tejas, y acompañar al José a ver porqué no ha venido mamá “Pancha”. Cómo le haré para llorar, y así poder pensar mejor para salir de aquí. Porque la Edelmira no creo que me enseñe a llorar, no tiene tiempo, ya está vieja.

___FIN___






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