lunes, 4 de abril de 2011

Continua "Treinta-treinta" 4_IV_2011 10.30 am.

TENGO que confesarle que esto no cambiaba nuestros planes, porque de allí nos fuimos con rumbo a nuestros terrenos, aléjandonos del canal hasta cruzar la carretera de los traileres del cemento, todo el rato habíamos ido callados. Lo único que yo había hecho era quitarle la ropa mojada a mi escuincle, y ponerle mi chamarra para que no se fuera a enfermar; seguimos caminando, y como a la altura del cerrito que va para La Tolteca; por el lado de la via, allí comenzamos a hablar:
__¡No te apures! La próxima va a ser quemarles toda su cosecha, cuando ya esté seca la planta, para que no rescate nada.
__ Pero ya ni la jodes Macrino, si ora no mataste a mi hijo, para la otra me matas a mí; y eso no son los planes__ Yo me había descargado la retrocarga cuando le puse la chamarra a mi escuincle. Y ora ya la llevaba en la mano izquierda, con el canón apuntando a la tierra. Y el treinta_treinta , suyo, lo llevaba al hombro.
__ Bueno, tu ¿estás conmigo o ya te estás rajando?__ Me dijo muy enojado mi hermano. Que iba del lado izquierdo mío, y se echó a caminar rápido adelante de nosotros. Hagan de cuenta que le entró la prisa. Yo creo por lo encorajinado que iba. Yo ya le iba a contestar:"Que seguía con él..." Cuando... todo al rededor se alumbró, y el cielo se encendió con mil colores que venían desde arriba, y un sonido como de mil platillos de bronce de una banda de música, junto con el de mil trombones, con todo y mil tamboras, sonaron dentro y fuera de mi cabeza; se oyó al mismo tiempo un zumbido y el día desapareció. Después, ya no había ningún ruido, ninguna luz, todo oscuro: solo quedaba un zumbido como de chuparosa agrandado a miles de veces.
Cuando pude moverme estaba por allá tirado. Pensé en mi hijo, que luego encontré como a unos seis metros lejos de donde yo desperté, luego...__ Sus ojos dejaron escapar el último rosario de lágrimas, y siguió:__
__ Cuando la claridad del día volvió busqué a mi hermano, el había quedado allí, en donde hasta donde recuerdo, dijimos lo último y que él, mi hermano, se adelantó,allí estaba derrumbado en el pasto y matas de  maíz quemados, completamente desnudo, su ropa toda quemada; algunos cachos de su pantalón todavía encendidos y echando humo. Como si hubiera aparecido el mismo pinche infierno, lo único que no lo había soltado , era el treinta_treinta que estaba como soldado a su espalda; había desaparecido junto con su espalda, por último vi su cara.hecha un carbón, con la boca abierta como queriendo gritar todavía. Le quité mi chamarra a mi hijo, le puse la de él que ya se había secado con el calor que se sintió, y con la mía le envolví la cabeza a mi hermano, para que no se le viera aquella mueca, y me traje cargando lo que quedaba de él, hasta que me encontré a unos paisanos que me ayudaron con él. Fue cuando nos dimos cuenta que mi hijo y yo estábamos todos tiznados, con tizne reseco, sacado del mismo infierno. Ya a mi hermano le había llegado la venganza de arriba... Ustedes han de perdonar__ Dijo; y aquél hombre dió la vuelta para salir después de su cuñada, y desapareció en el umbral de la puerta; en lo oscuro de la puerta desapareció, dejando cuatro huellas de guarache con tierra ya seca y tizne de su entrada, y tres de su salida: Huellas de su presencia en nuestra casa.

__FIN__
Gracias por tenerme pasiencia en las entregas de BLOGS de este cuento, y gracias por volver a leerme:
alberto trejo juárez   

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